sábado, 15 de octubre de 2011

Quiero volar contigo al infinito......



Sí. Quiero volar contigo al infinito.

     Quisiera volver al pasado cuando, desde pequeña, en mis primeros recuerdos, siempre estabas a mi lado, en los momentos buenos y en los malos. Me llevabas a todas partes y, sin lugar a dudas, podía contar contigo. Más tarde, nos sentíamos libres para charlar de nuestras cosas, contarnos nuestros problemas, salir a pasear, ayudarnos una a la otra.....saborear nuestras  risas y nuestros malos humores, compartir nuestras penas y nuestros llantos, disfrutar de nuestras alegrías... Fíjate: Llego a añorar los interminables días en el hospital acompañándote, al principio de tu enfermedad, el dolor tan intenso que sentía cuando te veía sufrir y ver que ibas degenerando día a día...;un año y otro año.....Añoro tu inocencia de los últimos tiempos...de tus últimos días....de tu último aliento.....Retumban en mi mente nuestras despedidas cuando me decías:...:"no te vayas...no te vayas.....".
     Y has sido tú la que te has marchado.
      Pensé que con el paso de los días iría concibiendo la vida sin ti, pero los días pasan y no acabo de aceptarlo. A veces me pregunto: ¿por qué me has dejado? yo te hubiese acompañado.
      Pero así son las cosas; ese camino se hace en solitario.
     Yo seguiré aquí disfrutando de lo que tú ya no puedes disfrutar, ilusionándome con cosas que no podré compartir contigo pero que estarás contemplando desde lo alto y, desde allí, nos ayudarás a todos los que tanto te hemos querido y te seguiremos queriendo.
    Algún día, en nuestro reencuentro allá en el infinito, seguiremos gozando de nuestra presencia, de nuestra compañía......

    Esa es mi fe y esa es mi esperanza.

martes, 11 de octubre de 2011

Mis definiciones: "El ruido" y "El silencio"

                                                                        El ruido

Sonidos fuertes que ensordecen y rompen el tímpano de los oídos doloridos. Motores que rugen con furia; gritos de seres que no se comprenden y se empeñan en imponer su criterio personal sin tener en cuenta a los demás; niños que juegan a la guerra, odio; mar encrespado echando fuera de sí todo lo intruso que le llega del exterior; tormenta entre montañas cuyo eco hace hace que sea aún más fuerte y duradera y que estremecen las almas.
                    El silencio                                                                                           
Es reflexión. Bocas cerradas…, ojos que miran hacia el interior de la persona, razonamientos alegres o tristes. Es un mar en calma, el espacio de tiempo que sigue a una fuerte tormenta; es la serenidad de un bebé dormido que da las gracias al pecho que lo ha amamantado y a las manos que  lo cuidan con cariño; es el mirarse a los ojos de dos enamorados que juntan sus labios saboreando el placer de los sentidos.
Paz interior y exterior.
                                                             

viernes, 7 de octubre de 2011

Colegio Libre Adoptado " Manuel Siurot " PILAS



  
                                                                                    Parte de mi vida,
                                                                                    añoranzas de otros tiempos,
                                                            de ilusiones y trabajo
                                                                           de esfuerzos y agradecimientos.


Fue allá por el curso 1963-64, a través de mi hermana, cuando me entero de que en Pilas habían abierto un colegio donde se podía estudiar el bachillerato de entonces, que yo comencé en Sevilla, pero lo dejé por pereza y por no desplazarme hasta allí.
Recuerdo el día de mi llegada, sin conocer a nadie, entrando en una especie de bodega adaptada con unos tabiques que no llegaban a un techo que, por cierto, estaba hecho con fuertes vigas de madera, y en una clase sin puerta llena de alumnos de diversas edades, ya que al ser el primer año de su funcionamiento, lo mismo los había de diez años (entonces se empezaba el bachillerato con esa edad) que de dieciséis o diecisiete.
Recuerdo mi primera clase: el profesor Don Luis Calderón enseñando Matemáticas, un señor serio y totalmente entregado a la enseñanza que tan bien impartía.
La directora era la señorita Emilia Cobos, que nos daba Geografía e Historia (¿Qué ha sido de la señorita Emilia, de su señorío, de su simpatía, de su mal genio cuando se enfadaba?).
Si sigo pensando en los profesores, me pierdo en el recuerdo, pero algunos de ellos no los podré olvidar mientras viva, porque han sido mis profesores, los que dedicaron parte de su tiempo y de su vida a intentar que aprendiéramos y nos formáramos adecuadamente en consonancia con las exigencias que la vida nos venía trayendo.
Entre los que a mí personalmente me dieron clase en todos los cursos, recuerdo, además de los ya nombrados, a D. Tarsicio Calderón, a la señorita Tránsito, a un jovencísimo Miguel Gómez que vino a sustituir a D. José González-Deleito para darnos Latín, a D. José Salgado (D. José el Cura), a María del Pilar Pérez Paz, en cuya clase de Educación Física, que hacíamos en el patio del colegio (¿se le podría llamar patio o corral?) nos poníamos los conocidos “puchos”, tan imprescindibles en aquella época en la que las jovencitas no podíamos enseñar las piernas; a Doña Lola (queridísima profesora, ejemplo a seguir por su vocación, por su dedicación, por su buen hacer y saber estar, a la que tanto debo por sus enseñanzas en el C.L.A. y en mi vida posterior hasta acabar mis estudios); a la señorita Ramona, a Don Alfredo, a Don Vicente... Pienso que alguno se me olvidará mencionar. Perdón si es así.
Especial significación quiero hacer a los profesores que me dieron clases en el mismo centro en un verano maratoniano, en el que otra compañera y gran amiga ( María Belén Gómez Campos) y yo, intentamos y conseguimos, adelantar un curso gracias a nuestro esfuerzo y, sobre todo, al trabajo bien hecho y al interés que ellos demostraron. Son D. Pedro Campos, que nos preparó de la parte de Ciencias, y D. Manuel Ruiz Sánchez, que lo hizo en la parte de letras (este último ha sido después compañero de trabajo durante siete años). Y también a ti, María del Pilar, por las clases de Educación Física que recibimos en el patio de tu casa.
Gracias a todos, incluso a los que haya podido olvidar.
De estos tres años maravillosos pasados en el C.L.A. hasta salir con el título de Bachiller Elemental, sacamos una conclusión muy importante: Que, a pesar de las deficiencias de edificios y materiales didácticos, cuando hay auténtico interés y buen material humano, se pueden recoger muy buenos resultados y sacar grandes  profesionales y buenas personas en su integridad, y también excelentes compañeros cuya amistad llega hasta hoy en día y a los que no quiero mencionar porque la lista sería interminable.
De allí salimos profesionales a todos los niveles: políticos, abogados, médicos, licenciados, maestros, profesionales liberales, oficinistas y gente obrera extraordinaria además de estupendas amas de casa. Seguro que casi todos contaremos a nuestros hijos con cariño las experiencias vividas en aquella época y en aquel centro.
Las anécdotas para rememorar serían innumerables, por lo que haría falta mucho más espacio del que poseemos.
Una vez metida en el tema de mis vivencias personales, me pregunté por cómo habría surgido la idea de poner en Pilas un colegio de estas características. Sabía que el alcalde de aquellos años era Don Francisco Rodríguez Salado, persona de gran cultura, que se interesó mucho por el tema. Para obtener más información, se me ocurrió que lo mejor era preguntarle a Don Manuel Ruiz ya que, por su buena memoria, me daría todo tipo de detalles. Así fue y a mi requerimiento me entregó la siguiente nota.

El Colegio Libre Adoptado Manuel Siurot, origen del actual Instituto, se funda en el año 1962.
En una reunión informal en casa del Párroco D. José Salgado González nos encontrábamos D. José Márquez González, D. Tarsicio Calderón, D. Luis Calderón Márquez, D. Diego Díaz Riestra y D. Manuel Ruiz Sánchez, y surgió la idea de por qué Pilas no podía disponer de un Instituto debido a la población que había.
El crear un Instituto en aquellos momentos era imposible, pero sí que existía la posibilidad de crear el Colegio Libre Adoptado.
Aprobada la creación, como su nombre indica ‘Adoptado’ dependía del Instituto San Isidoro y del Instituto Murillo de Sevilla, en cuyos centros se matricularon los alumnos. Esta dependencia de los Institutos era en cuanto a la enseñanza. En la parte administrativa, dependía del Ayuntamiento de Pilas, que se encargaba del mantenimiento del local, cobro a los alumnos de las mensualidades y pago a los profesores.
El primer equipo de profesores del C.L.A. de Pilas lo formaron los siguientes señores:
Doña Emilia Cobos Mancebo -Historia-, Directora,
Don José Márquez González -Química-,
Don Tarsicio Calderón Márquez -Matemáticas y Física-,
Don Luis Calderón Márquez -Matemáticas-,
Doña Lola Díaz -Lengua-,
Don José Salgado González -Religión-,
Doña María del Pilar Pérez Paz -Educación Física-,
Don Manuel Ruiz Sánchez -Educación Física, Dibujo, F.E.N.-, Secretario.

Durante la época de exámenes, los Institutos de Sevilla enviaban dos licenciados para supervisar los exámenes y luego firmaban los actas que, junto a los libros de calificaciones, llevábamos a los respectivos Institutos para su sellado.

Gracias a ellos ( hoy muchos ya fallecidos) y al esfuerzo que realizaron en su día, Pilas goza de un Instituto de buen prestigio en toda nuestra zona.

sábado, 1 de octubre de 2011

"El otro otoño"




Cuando llega el otoño, después de vivir miles de días, el alma se resiente y se acongoja, llenándose de melancolías. ¡Qué lejos queda ya la primavera! Y parece que pasó tan sólo un día, con sus luces tan bonitas y brillantes, con reflejos de ilusiones y alegrías.
A los que hemos llegado al “otro otoño”, es decir, al otoño de la vida, nos parece mentira que esos años hayan pasado tan deprisa. Aún recordamos con cariño esa adorada primavera, tan llena de sueños y esperanzas, de amores, desengaños, utopías...
Al llegar el otoño de la vida, nos damos cuenta de que las ilusiones y esperanzas se han cambiado por realidades; que nuestras ilusiones ahora son más para los demás que para nosotros mismos; que los colores de la primavera se van quedando con menos brillo y los tonos van tomando el color ocre de la serenidad, la templanza...; que las realidades que esperábamos para nuestro futuro son distintas a las del presente que hemos conseguido, unas veces para bien y otras para no tan bien; que, conforme vamos cumpliendo años (¡Señor, un año más!), analizamos y afrontamos las situaciones con más conocimiento de causa, con más equilibrio; que, cuando intentamos que esos conocimientos sacados de la experiencia vivida le sirvan a alguien, no valen de nada porque ese alguien quiere tropezar por sí mismo en la piedra en la que antes tropezamos nosotros.
Y, así, nos adentramos en esta nueva fase de nuestro existir, que cada vez camina más rápida y a la que tenemos que aceptar sin dilaciones, porque es señal ineludible de que hemos vivido las etapas anteriores y que, además, tiene su propio encanto.
De darnos a escoger, ¿volveríamos otra vez a la primavera? Habrá opiniones para todos los gustos, pero estamos casi seguros de que muchos contestaríamos:
-“Sí, pero con los conocimientos que tengo ahora, y así cambiaría algunas cosas”.
Como eso es imposible, pienso que, en líneas generales, no volveríamos atrás y elegiríamos seguir viviendo la etapa de ahora. Lo importante es saber aceptar la realidad, las arrugas que van apareciendo poco a poco en nuestro rostro, cada una fruto de una experiencia distinta. No se van a perder las ilusiones aunque la mayoría estén puestas en nuestros hijos; y vamos a seguir aprovechando los momentos buenos que se nos puedan presentar, vivir a gusto con nosotros mismos y, si se nos ocurre hacer algún balance de vez en cuando, mirarlo de forma optimista y así, cuando lleguemos al invierno gris, si encontramos un balance positivo, siempre será menos  gris y nos daremos cuenta de que la vida merece la pena ser vivida y que, al final, a pesar o gracias a nuestras arrugas fruto de las experiencias, hemos conseguido algo que en la primavera no se puede lograr de forma alguna: la sabiduría.
Esta conclusión me hace recordar la maravillosa rima de Gustavo Adolfo Bécquer que nos dice:
¿Te ríes?... Algún día
sabrás, niña, por qué;
mientras tú sientes mucho
y nada sabes
yo, que no siento ya,
todo lo sé.

Sólo, que al gran Gustavo Adolfo, el otoño le llegó antes de tiempo y en estos versos, en vez de ilusión se nota desesperanza, porque lo que es sentir sensaciones hermosas de la vida, se pueden sentir, no solamente en la primavera, también en el otoño e, incluso, en el invierno.