Parte de mi vida,
añoranzas de otros tiempos,
de
ilusiones y trabajo
de esfuerzos y agradecimientos.
Fue allá por el curso 1963-64, a
través de mi hermana, cuando me entero de que en Pilas habían abierto un
colegio donde se podía estudiar el bachillerato de entonces, que yo comencé en
Sevilla, pero lo dejé por pereza y por no desplazarme hasta allí.
Recuerdo el día de mi llegada,
sin conocer a nadie, entrando en una especie de bodega adaptada con unos
tabiques que no llegaban a un techo que, por cierto, estaba hecho con fuertes
vigas de madera, y en una clase sin puerta llena de alumnos de diversas edades,
ya que al ser el primer año de su funcionamiento, lo mismo los había de diez
años (entonces se empezaba el bachillerato con esa edad) que de dieciséis o
diecisiete.
Recuerdo mi primera clase: el
profesor Don Luis Calderón enseñando Matemáticas, un señor serio y totalmente
entregado a la enseñanza que tan bien impartía.
La directora era la señorita
Emilia Cobos, que nos daba Geografía e Historia (¿Qué ha sido de la señorita
Emilia, de su señorío, de su simpatía, de su mal genio cuando se enfadaba?).
Si sigo pensando en los
profesores, me pierdo en el recuerdo, pero algunos de ellos no los podré
olvidar mientras viva, porque han sido mis profesores, los que dedicaron
parte de su tiempo y de su vida a intentar que aprendiéramos y nos formáramos
adecuadamente en consonancia con las exigencias que la vida nos venía trayendo.
Entre los que a mí personalmente me dieron clase en todos los cursos, recuerdo, además de los ya
nombrados, a D. Tarsicio Calderón, a la señorita Tránsito, a un jovencísimo
Miguel Gómez que vino a sustituir a D. José González-Deleito para darnos Latín,
a D. José Salgado (D. José el Cura), a María del Pilar Pérez Paz, en
cuya clase de Educación Física, que hacíamos en el patio del colegio (¿se le
podría llamar patio o corral?) nos poníamos los conocidos “puchos”, tan
imprescindibles en aquella época en la que las jovencitas no podíamos enseñar
las piernas; a Doña Lola (queridísima profesora, ejemplo a seguir por su
vocación, por su dedicación, por su buen hacer y saber estar, a la que tanto
debo por sus enseñanzas en el C.L.A. y en mi vida posterior hasta acabar mis
estudios); a la señorita Ramona, a Don Alfredo, a Don Vicente... Pienso que
alguno se me olvidará mencionar. Perdón si es así.
Especial significación quiero
hacer a los profesores que me dieron clases en el mismo centro en un verano
maratoniano, en el que otra compañera y gran amiga ( María Belén Gómez Campos) y yo, intentamos y conseguimos, adelantar un curso gracias a nuestro esfuerzo y,
sobre todo, al trabajo bien hecho y al interés que ellos demostraron. Son D.
Pedro Campos, que nos preparó de la parte de Ciencias, y D. Manuel Ruiz
Sánchez, que lo hizo en la parte de letras (este último ha sido después
compañero de trabajo durante siete años). Y también a ti, María del Pilar, por
las clases de Educación Física que recibimos en el patio de tu casa.
Gracias a todos, incluso a
los que haya podido olvidar.
De estos tres años maravillosos
pasados en el C.L.A. hasta salir con el título de Bachiller Elemental, sacamos una
conclusión muy importante: Que, a pesar de las deficiencias de edificios y
materiales didácticos, cuando hay auténtico interés y buen material humano, se
pueden recoger muy buenos resultados y sacar grandes profesionales y buenas personas en su
integridad, y también excelentes compañeros cuya amistad llega hasta hoy en día
y a los que no quiero mencionar porque la lista sería interminable.
De allí salimos profesionales a
todos los niveles: políticos, abogados, médicos, licenciados, maestros,
profesionales liberales, oficinistas y gente obrera extraordinaria además de
estupendas amas de casa. Seguro que casi todos contaremos a nuestros hijos con
cariño las experiencias vividas en aquella época y en aquel centro.
Las anécdotas para rememorar
serían innumerables, por lo que haría falta mucho más espacio del que poseemos.
Una vez metida en el tema de mis
vivencias personales, me pregunté por cómo habría surgido la idea de poner en
Pilas un colegio de estas características. Sabía que el alcalde de aquellos
años era Don Francisco Rodríguez Salado, persona de gran cultura, que se interesó mucho por el tema. Para obtener más información, se me ocurrió que lo mejor era preguntarle a Don
Manuel Ruiz ya que, por su buena memoria, me daría todo tipo de detalles. Así
fue y a mi requerimiento me entregó la siguiente nota.
“El Colegio Libre Adoptado
Manuel Siurot, origen del actual Instituto, se funda en el año 1962.
En una reunión informal en
casa del Párroco D. José Salgado González nos encontrábamos D. José Márquez
González, D. Tarsicio Calderón, D. Luis Calderón Márquez, D. Diego Díaz Riestra
y D. Manuel Ruiz Sánchez, y surgió la idea de por qué Pilas no podía disponer
de un Instituto debido a la población que había.
El crear un Instituto en
aquellos momentos era imposible, pero sí que existía la posibilidad de crear el
Colegio Libre Adoptado.
Aprobada la creación, como su
nombre indica ‘Adoptado’ dependía del Instituto San Isidoro y del Instituto
Murillo de Sevilla, en cuyos centros se matricularon los alumnos. Esta
dependencia de los Institutos era en cuanto a la enseñanza. En la parte
administrativa, dependía del Ayuntamiento de Pilas, que se encargaba del mantenimiento
del local, cobro a los alumnos de las mensualidades y pago a los profesores.
El primer equipo de profesores
del C.L.A. de Pilas lo formaron los siguientes señores:
Doña Emilia Cobos Mancebo
-Historia-, Directora,
Don José Márquez González
-Química-,
Don Tarsicio Calderón Márquez
-Matemáticas y Física-,
Don Luis Calderón Márquez
-Matemáticas-,
Doña Lola Díaz -Lengua-,
Don José Salgado González
-Religión-,
Doña María del Pilar Pérez Paz
-Educación Física-,
Don Manuel Ruiz Sánchez
-Educación Física, Dibujo, F.E.N.-, Secretario.
Durante la época de exámenes,
los Institutos de Sevilla enviaban dos licenciados para supervisar los exámenes
y luego firmaban los actas que, junto a los libros de calificaciones,
llevábamos a los respectivos Institutos para su sellado.
Gracias a ellos ( hoy muchos ya fallecidos) y al esfuerzo
que realizaron en su día, Pilas goza de un Instituto de buen prestigio en toda
nuestra zona.