sábado, 1 de octubre de 2011

"El otro otoño"




Cuando llega el otoño, después de vivir miles de días, el alma se resiente y se acongoja, llenándose de melancolías. ¡Qué lejos queda ya la primavera! Y parece que pasó tan sólo un día, con sus luces tan bonitas y brillantes, con reflejos de ilusiones y alegrías.
A los que hemos llegado al “otro otoño”, es decir, al otoño de la vida, nos parece mentira que esos años hayan pasado tan deprisa. Aún recordamos con cariño esa adorada primavera, tan llena de sueños y esperanzas, de amores, desengaños, utopías...
Al llegar el otoño de la vida, nos damos cuenta de que las ilusiones y esperanzas se han cambiado por realidades; que nuestras ilusiones ahora son más para los demás que para nosotros mismos; que los colores de la primavera se van quedando con menos brillo y los tonos van tomando el color ocre de la serenidad, la templanza...; que las realidades que esperábamos para nuestro futuro son distintas a las del presente que hemos conseguido, unas veces para bien y otras para no tan bien; que, conforme vamos cumpliendo años (¡Señor, un año más!), analizamos y afrontamos las situaciones con más conocimiento de causa, con más equilibrio; que, cuando intentamos que esos conocimientos sacados de la experiencia vivida le sirvan a alguien, no valen de nada porque ese alguien quiere tropezar por sí mismo en la piedra en la que antes tropezamos nosotros.
Y, así, nos adentramos en esta nueva fase de nuestro existir, que cada vez camina más rápida y a la que tenemos que aceptar sin dilaciones, porque es señal ineludible de que hemos vivido las etapas anteriores y que, además, tiene su propio encanto.
De darnos a escoger, ¿volveríamos otra vez a la primavera? Habrá opiniones para todos los gustos, pero estamos casi seguros de que muchos contestaríamos:
-“Sí, pero con los conocimientos que tengo ahora, y así cambiaría algunas cosas”.
Como eso es imposible, pienso que, en líneas generales, no volveríamos atrás y elegiríamos seguir viviendo la etapa de ahora. Lo importante es saber aceptar la realidad, las arrugas que van apareciendo poco a poco en nuestro rostro, cada una fruto de una experiencia distinta. No se van a perder las ilusiones aunque la mayoría estén puestas en nuestros hijos; y vamos a seguir aprovechando los momentos buenos que se nos puedan presentar, vivir a gusto con nosotros mismos y, si se nos ocurre hacer algún balance de vez en cuando, mirarlo de forma optimista y así, cuando lleguemos al invierno gris, si encontramos un balance positivo, siempre será menos  gris y nos daremos cuenta de que la vida merece la pena ser vivida y que, al final, a pesar o gracias a nuestras arrugas fruto de las experiencias, hemos conseguido algo que en la primavera no se puede lograr de forma alguna: la sabiduría.
Esta conclusión me hace recordar la maravillosa rima de Gustavo Adolfo Bécquer que nos dice:
¿Te ríes?... Algún día
sabrás, niña, por qué;
mientras tú sientes mucho
y nada sabes
yo, que no siento ya,
todo lo sé.

Sólo, que al gran Gustavo Adolfo, el otoño le llegó antes de tiempo y en estos versos, en vez de ilusión se nota desesperanza, porque lo que es sentir sensaciones hermosas de la vida, se pueden sentir, no solamente en la primavera, también en el otoño e, incluso, en el invierno.



1 comentario:

  1. Pues a mí me gustaría llegar a "ese otoño" como tú. Un besito (ya soy seguidora).

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