sábado, 31 de marzo de 2012

Al costalero




Al estar en la época de la Semana Santa, me gustaría dedicar estos versos a todos los anónimos costaleros que hacen posible con su colaboración, el “milagro” de esta fiesta religiosa que a casi todos nos embruja en nuestra Andalucía. Pero, sobre todo, quisiera dedicárselos a tantos y tantos “costaleros” de la vida diaria que ayudan a llevar la cruz a las personas que lo necesitan, sin pedir nada a cambio; esas personas admirables que ayudan a los enfermos terminales, a los “sin techo”, a los que han caído en la desgracia de las drogas, a los que padecen de soledad y de otros tantos males como hay en el mundo.

                                                                                             Despacio va el costalero                                 cargando sobre el costal,                             la imagen del Dios que vino                                 a la tierra a perdonar.       


Despacio, siempre despacio,
meditando va al andar,
pero poniendo cuidado
en seguir bien el compás.

Aunque vaya acompañado,
sólo con su carga va,
con esa carga divina
y su mente... a meditar.

Con sus hombros doloridos
a oscuras debajo está.
Va pidiendo al Rey del Cielo
le ayude en el caminar.

Mientras huele a incienso y flores
va escuchando al capataz,
sintiendo los suaves pasos
que sus compañeros dan.

También medita despacio
si el sacrificio que hará,
sirve para que la gente
descubra la gran verdad:

Que Jesús nos dio su sangre,
su dolor y su humildad;
desnudo vino a la tierra,
desnudo al cielo se va.

Vino a la tierra en Belén,
por casa escogió un portal;
muere en la cruz ultrajado,
sin gemir ni protestar.

Lo cargaron con su cruz
tras sus carnes azotar,
y cuando pedía agua...
ni se le quisieron dar.

Metido en sus pensamientos
la estación termina ya,
y los nazarenos vieron
a un costalero llorar.




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