Seguro que no volverás cuando te hayas marchado. Te queda poco recorrido pero no me fío de ti. Las esperanzas que había depositado al comenzar tu andadura hace casi doce meses, se han convertido en realidades diferentes, convirtiéndote en un camino abrupto en el que hemos encontrado algunas espinas que nos han hecho mucho daño, unos irremediables y otros, que han dejado profundas secuelas de las que se van sanando poco a poco y con las que tendremos que aprender a convivir. Pero bueno, no te guardo rencor, podrías haber sido incluso peor, pero has apretado con fuerza nuestros sentimientos llegando, en algunos momentos, incluso a la crueldad.
Te diré adiós sin nostalgias y sin resentimientos en el momento en que tu sucesor haga acto de presencia.